jueves, 29 de noviembre de 2012

"Este Jueves, un relato" A la luz de una vela... Hallarás tu Destino.

De todas las debilidades que habían esclavizado a los hombres, llevándolos a su propia aniquilación, el amor era la peor… El teniente Nieve miró al horizonte… una nada absoluta se presentaba ante él de una forma tan desoladora y a la vez condenatoria que no pudo evitar emitir un largo suspiro. Presentarse voluntario para aquella misión tal vez no había sido la mejor de las ideas, pero no hacía más que seguir con el plan trazado… Desde que se alistara en la Legión Francesa hacia ya seis meses no había hecho otra cosa salvo intentar morir una y otra vez, sin ningún éxito. Todos allí, el que más o el que menos, huía de algo. Tenía como compañeros a un español loco al que llaman Bestia tan grande como un rinoceronte y aun más potente… Hacía un año que se había alistado huyendo de la cárcel. En el fondo no era mal tío, pero una noche que estaba enfadado con el mundo tuvo una pelea con un pobre diablo que eligió el peor día para tocarle las narices. Lo mandó al hospital, con tan mala suerte de que no llegó a despertar nunca. Su madre le instó a alistarse junto con un amigo suyo y allí estaban los dos. Su amigo, nuestro otro compañero simplemente buscaba la excusa para huir de una realidad tediosa donde sentía que cada segundo que pasaba era un paso más hasta una extinción tan triste y sin sentido como la vida que estaba llevando. -¿Yo?- respondió a la pregunta que todos hacían en aquel lugar de forma casi obligada- Mis razones son aun más tristes y patéticas. Había amado y había perdido a mi amor por la más estúpida de las razones… el orgullo. Mis celos me hicieron ver cosas que no eran ciertas y guiado por la gente di por hecho que todo aquellas barbaridades que me susurraban de la mujer que amaba, no solo la abandoné sino que decidí marchar muy lejos presa del despecho. Sin embargo no llegué muy lejos, pues cuando mi corazón notó que le faltaba comenzó a agonizar. En ese estado, no tardé mucho en entrar en razón y corrí de nuevo a su lado a explicarle lo estúpido que había sido. Pero ella ya se había entregado a otro tratando de olvidar mi desprecio. En cuanto fui a su encuentro, sin mediar palabra la besé y la poseí como nunca lo había hecho… tan solo para demostrar que podía. Al terminar me vestí, castigué con una mirada llena de desprecio y la insulté… Estaba decido a marcharme sin mirar, pero ahogué mis penas en una botella de bourbon y frente al único que me quedaba abrí mi corazón para reconocer que lo tenía teñido por la culpa… Nuevamente había actuado como un estúpido y solo mi mejor amigo, me hizo comprender que si tanto la amaba debía estar por encima de todo eso, olvidar al mundo entero y concentrarme en amar a esa mujer. -Solo un hombre de verdad no teme amar a una mujer… ese es tu destino- dijo Sin embargo cuando corrí nuevamente a su lado ella yacía inerte sobre el lecho que nos había visto temblar de emoción horas antes… en aquella habitación ya solo me quedaba un frío cuerpo al que abrazar. Maté a mi amor y fui tan cobarde que no tuve el valor de matarme allí mismo… por ella… por haber robado su ilusión por vivir… por haber ayudado a la muerte a besar sus carnosos labios que quedaron fríos... ni mis besos devolvieron el candor a sus mejillas, ni mis lagrimas la hicieron despertar de aquel sueño eterno… Durante meses anduve borracho buscando pelea con cualquiera y suplicando que acabaran con mi patética existencia… Pero la gente huía de los tipos como yo. Una mañana desperté con una terrible resaca y con un papel que decía que me había alistado a la legión francesa.. Desde entonces cualquier misión suicida parecía llevar su nombre… Pero tenía la maldita costumbre de sobrevivir y salir airoso de las misiones. Su teniente le solía decir que ni la mismísima muerte quería besar sus labios y comenzó a pensar que era verdad. Incluso cuando en una de las últimas refriegas, todo parecía perdido, conseguí ó la vuelta y lograr escapar sin un solo rasguño. Por desgracia, su teniente no corrió la misma suerte y sus últimas palabras fueron para maldecirle una vez más… Que le dieran su puesto solo hizo acrecentar su leyenda aun más. Aquella había sido una de esas misiones… y sin embargo, ahora parecía el final. Andaba sin rumbo fijo, tratando siempre de dejar el sol a su espalda, viendo su propia sombra en todo momento, más alargada con el paso de las horas. Aun tenía la esperanza de encontrar una salvación que dada las circunstancias parecía del todo imposible. Su camello murió a causas de las heridas de bala que recibió mientras huían, así que llevaba dos días andando sin más compañía que la de los buitres y su fantasmagórica sombra. Un reflejo lejano al tercer día, le hizo comprender que estaba comenzando a perder la cabeza… sin embargo no pudo evitar caminar hacia él. Un par de horas más tarde una tela comenzó a hondear con el viento… anduvo hasta ella convencido de que era el cadáver de algún bandido, pero con la esperanza de que aun tuviera algo que él pudiera aprovechar. Llegó a la tela y vio que lo que brillaba era un cinto de piel cubierto de unos círculos dorados finamente tallados. Giró el cuerpo para desatarlo y entonces la vio… tenía una piel sumamente clara y con unos rasgos demasiados finos para ser los de un muchacho… abrió los ropajes y bajo éstos notó dos turgentes pechos, apoyó la cabeza en su pecho y notó un tenue y extenuado aliento… cuando se apartó de su cuerpo miró de nuevo su rostro y vio brillar de forma exultante en su pétreo rostro unos increíbles ojos color esmeralda… sin más cerró los ojos y volvió a desvanecerse. Estaba viva… Sin dudarlo un instante utilizó su capa y su cuerpo para hacer una tienda de campaña sobre ella y evitar así de que el sol continuara recalentando su cuerpo tiranamente… estaba algo destemplada y lo que era peor, tenía la respiración leve y el pulso muy lento. No entendía que hacia una chica en un lugar como aquel… ni si quiera parecía una de esas chicas nómadas del desierto. Algunas podían ser muy bonitas pero desde luego no tenían aquella tonalidad de piel ni unos ojos tan claros. Había intuido su cuerpo en sus manos y ahora le ardían de recordar el tacto de sus voluptuosos pechos. Tuvo la tentación de volver a tocarlos, tal vez incluso de apartar aquellos ropajes para notar cuan suave era su piel. La idea le hizo sentirse culpable pero es que Incluso el aroma de su sudor, que se concentraba en aquella tienda improvisada le parecía llena de sensualidad, era un olor mezcla entre salado y el dulce regazo de una madre tras amamantar. De pronto recordó a la mujer que una vez amó… llevaba sin tocar a una mujer desde que la sostuvo muerta entre sus brazos y ahora parecía que ella también moriría en ellos. Su mente quedó llena del recuerdo de su amada y sin más desechó toda debilidad animal. Por puro instinto la sostuvo contra su pecho y durante horas la sostuvo con ternura mientras su mente se llenaba de todos esos momentos sublimes que había vivido junto aquella mujer, que se había convertido en el único y recurrente objeto de sus sueños. El tiempo parecía pasar lentamente mientras continuaba sintiendo el latir de su corazón y seguía aspirando el suave aroma de su piel, hasta que llegó el atardecer y decidió salir de la improvisada tienda para estirar las piernas. De pronto, ella despertó. El teniente Alejandro Nieve, sacó el único recuerdo que guardaba de aquella mujer. Tomó el pañuelo bordado con sus iníciales, empapó una esquina en agua y le instó a chuparlo. Sus labios agrietados sorbieron y lamieron de su mano las gotas con avidez. Durante un instante notó sus suaves y delicadas manos aferrar las suyas y su penetrante mirada escrutando su rostro en busca de respuestas… Alejando comenzó a hablar, pero su rostro permanecía impasible ante sus palabras. Comenzó a hacerle preguntas y ella continuaba mirándole sin dar muestras de entender nada. Él conocía algunas palabras en árabe y otras en francés, pero ninguna parecía hacerle reaccionar. Miró su belleza y pensó que podía ser alemana, así que chapurreó algo en alemán pero ella continuaba mirándolo sin pronunciar palabra. La noche cayó como un gélido manto y ella que aun tenía algo de fiebre, pareció encontrar algo de consuelo en el frio de la noche… Las estrellas preñaban el cielo y la luna los iluminaba tenuemente. El teniente Nieve no lograba dormir, se sentía incapaz de dejar de mirarla por si aquella chica que había aparecido ante él como un sueño era en verdad, un mero espejismo… Ella se había apartado el pañuelo de la cabeza y había dejado caer una larga y tupida melena castaña sobre su regazo. Él le acariciaba el cabello y supo por su rostro lleno de paz que había sido una niña querida y que seguramente habría dormido mil veces con la mano de un ser querido acariciando sus suaves cabellos. De pronto el viento comenzó a levantarse. ËL la despertó y le dijo que debían buscar refugio en el montículo de piedra que había dejado atrás cuando había ido en su busca. A ciegas anduvieron por la tormenta hasta que llegaron a las piedras. Buscaron un refugio y encontraron una brecha estrecha en una de las rocas que apenas les llevaba a sus entrañas, incluso tuvieron que dejar fuera sus turbantes y mantos para poder entrar los dos. El ruido era ensordecedor, el viento azotaba el mundo de forma feroz allá fuera. Con aquel infierno desatado fuera, tomaron la decisión de tapiar la entrada lo mejor posible utilizando los pañuelos de la cabeza, conscientes de que la arena los podía sepultar y que nadie jamás les encontraría en aquel desierto, que parecía llamado a ser su tumba. Todo estaba oscuro y él comenzó a inquietarse. Desde que había visto el rostro inerte de su amada era incapaz de permanecer en la completa obscuridad sin temer que ella estuviera a escasos centímetros de él acechándole de alguna manera. No temía el dolor, ni si quiera temía a la muerte… temía que ella nunca hubiese encontrado la paz por su culpa, temía descubrir que por su culpa ella había condenado su alma… él creía en el alma y no le importaba condenarse mil veces al infierno, con tal de salvar la suya… De pronto una luz se encendió entre tanta negrura… una llama pequeña que prendió una mecha y la joven de los ojos verdes acercó la vela a su rostro y sonrió. Él sintió aquella como una señal… cuando más perdido estaba, cuanto más dolor parecía azotar su atormentado espíritu, cuanto más tristeza había encontrado en su corazón… ella había encendido una luz en la obscuridad de su alma y con una simple sonrisa lo había colmado. Alejandro tomó su rostro entre sus manos recias y ásperas, deseó pedir mil disculpas por no ser digno de tocar su hermosa piel… deseó hacerle entender que no era digno ni si quiera de desear aquellos labios… no sabía amar como un hombre… solo sabía luchar, matar y destruir… Dudó, solo fue un instante, pero su titubeo le hizo bajar la mirada… Ella entonces besó sus manos, lo miró fijamente a los ojos y sin más lo besó. Eran besos llenos de ternura e inocencia, sentía sus labios devorar los suyos como una niña pequeña dispondría de una fresa madura y aquello le hizo temblar. No se sentía capaz de destrozar otra bella flor… Entonces la abrazó, lo hizo con una dulzura inconmensurable. Alejandro no necesitaba nada más… no hacía falta palabras ni más gestos que aquel. Sentía que al fin podría morir tranquilo, si aquel era su final, sin duda era más de lo que se merecía. Sin embargo sentía una gran pena al pensar que a ella tampoco podría salvarla… desde luego, solo él merecía un final. La tormenta duró toda la noche y la vela que iluminaba su diminuto cubículo se iba consumiendo con la misma lentitud con la que transcurría el tiempo, de pronto sintieron como un sueño pegajoso y dulce como la miel se iba apoderando de ellos.. -La vela está consumiendo el oxigeno… - dijo en un susurro sin pensar que ella ya no le oia pero que tampoco podía entenderle. Sin más un largo y profundo suspiro apagó la luz…- ya no temo a la obscuridad… no estando a tu lado- susurró antes de desvanecerse. Una tenue luz parecía danzar como la llama de una vela ante sus ojos y sin embargo era todo tan borroso que Alejandro fue incapaz de distinguir de que se trataba… fijó la vista y observó unos labios pronunciar su nombre sin voz. Miró su rostro y reconoció la pétrea mirada de amada muerta… Entonces notó su mano en su rostro y la notó tan cálida que salió de su ensueño. Abrió los ojos y vio sus ojos mirarlo con dulzura. -ojos color esmeralda… -susurró. -Al fin¡¡¡¡- oyó una voz hablarle en un español algo matizado por el acento francés. El teniente Nieve se descubrió bajo el cielo azul de un nuevo día y ante él a un hombre de unos 60 años que con voz afable le daba la bienvenida al mundo de los vivos. Ella se abrazó a él con una sonrisa tan pletórica que pensó que seguía soñando… Se incorporó y vio una avioneta frente a ellos. Alejandro no entendía nada, no sabía que ocurría allí y por qué no habían muerto. Una vez en el avión, en el camino de vuelta, aquel hombre le explicó que era el padre de la joven, también le explicó que ella viajaba en una avioneta que se había estrellado un día antes, por lo visto había salido tan desorientada del avión que había andado sin rumbo, alejándose de los restos e impidiendo a los servicios de rescate que pudieran encontrarla. Que él decidiera volver a aquel lugar había sido realmente como un milagro, pues era donde se había estrellado el avión y donde como medida desesperada habían vuelto… -Si no hubieseis tapado la entrada con vuestras ropas jamás los habríamos visto ondear llamando nuestra atención… gracias a Al-lāh. Ella le sonreía sin decir nada, pero de pronto se volvió a su padre y comenzó a mover las manos, entonces supo que ella hablaba el lenguaje de signos… -No sabía que fuera… creía que era de otro país y no me entendía nada. -Tranquilo, estaba conmocionada… su madre es Sueca, de todos modos no le habría entendido, solo habla árabe y sueco en lenguaje de signos… Ella llamó su atención y le habló de nuevo. Luego señaló a Alejandro y sonrió a la vez que movía la cabeza en modo afirmativo. -¿Qué dice? -Al Hessa lek hessa -¿Qué significa? -El Destino tu destino… -¿Y qué quiere decir eso? -Ella se llama Hessa, quiere decir que ella es el destino fijado para ti… que sabe que es tu destino. Alejandro quedó en silencio… Volvió a perderse en sus ojos y dijo en un susurro apenas audible para el mundo… - Solo un hombre de verdad no teme amar a una mujer… ese es tu destino. Y sonrió feliz… era libre.

6 comentarios:

  1. Vaya con la historia!...cuasi una película,de esas dela legión extranjera que daban por la tele cuando yo era chica!...me gustó mucho la revelación final sobre "la valentía" de un hombre de verdad al amar a una mujer. Algo que parecería tan obvio, muy pocos los aceptan y comprenden!
    Un abrazo

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  2. Contigo acaban mis Jueves, y me ha parecido un peliculón o el guión de una serie, por todos los sucesos que escribes sobre el protagonista. No me extraña que no pudieras parar, la historia está interesante.

    Un abrazo.

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  3. Interesante y bien narrada historia, Igraine. Me ha tenido enfrascado en ella con mucha atención hasta el final. No se me ha hecho larga en absoluto.
    Un abrazo.

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  4. RFealmente es el guión de una película Igrine. Me he metido de lleno en ella. Me gustó.
    Un abrazo.

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  5. Está bien la historia; pero es mejor que no la hagas tan larga, aquí reducimos un poco los relatos, ya que hay muchos por leer.
    Desde luego parece el guión de una película.
    Un saludo

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  6. Muy interesante historia. Sin dudas, el ritmo de la narración te llevó a extender el texto, no podía de ser de otra manera. Diste una gran muestra de talento narrativo, engancha la lectura y muy cinematográfica.

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